Vivió aquí, en San Miguel, Miguel Terrera. Y en esta tierra tan flaca de milagros, llevaba el nombre de Ángel… que le iba al talle, tan justo a la medida de su alma.
Anduvo entre nosotros haciéndonos mejores. Hablaba suavecito y hasta sus enojos eran delicados y prudentes.
No le debe haber sido fácil vivir mansamente entre los lobos, o al contrario, quizás el crudo mundo lo atravesaba y egresaba algo mejor, más luminoso.
Tuvo un amor de sol naciente, amor que seguro le llegó por andar siempre mirando amaneceres. Hombre sin sombras, el ángel de San Miguel, hombre de luz… nuestro farero.
Un cubano que no te conocía, escribió para vos:
mi memoria te levanta en peso,
para ponerte
junto a los elegidos,
los que no caben en la muerte.
O.D.d' (13/11/2024)
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