Se transcurre por ella con la vista al frente. Volverse es, a Dios gracias, imposible.
Ya nunca más Orfeo ni Lot.
Las que se van -siempre se van- nos han atravesado como los fantasmas. Cuánto han dejado en su paso osmótico es cuestión de ancho misterio.
Mirar las retiradas evita la muerte constante de aguardar las llegadas. Y para qué: si fatalmente nos traspasarán y pasarán. Más aún, si el pasillo estrecho hubiese permitido algún giro, podríamos haber visto a la última en su venida. La última, la que llegó sólo hasta el borde del cedazo. Pero se nos quedó en los ojos, tras los párpados tan para siempre juntos.
Mejor observarlas en su egreso. Con la certeza de que vinieron, fueron en nuestro interior y se alejaron. Quizás nada sólido hayan olvidado, pero la malla -hoy menos ceñida- es la memoria de su tránsito.
¿Que toda dicha acude para ser despedida? Definitivamente sí.
Ya lo advertían los vaticinios y las oscuras visiones de las sibilas. Ahora lo señalan, inversos y adversos, los íconos burlones del augurio:(un paréntesis de inicio para la tristeza y otro de clausura indicando la alegría:)
Hay un desorden molecular que es la obra de aquellos pasos.
Y este perfume numeroso es la síntesis de todas, todas ellas:
las mujeres del Pasaje Canterville.
O.D.d'
las mujeres del Pasaje Canterville.
O.D.d'
1 comentario:
Che, tucu ¿el pasaje hizo lo suyo y te devoró o te perdió en los vericuetos de alguna biblioteca o solamente te sedujo con un perfume de esos que tenía el amor de la infancia, cuando todo era puro?
Desapareciste mal.
¿Estás bien? Qué pregunta pelotuda, de esas que uno sabe que no debe hacer.
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